lunes, 29 de mayo de 2017

Euforia

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 En el baile de los cristales rotos
 el parpadeo de la luna creciente pudo ser mortal.

 Tenía las manos ensangrentadas;
los dedos fríos
y la cabeza tan hundida entre las piernas
que podría corromper su disfraz esquelético.

 "¿A esto saben las despedidas?".

 Como si fuera un pecado,
rezó.
 A ningún Dios más que sí mismo.

 Se puso en pie,
emprendiendo el vuelo.
 Hablando de ángeles caídos,
no había uno con las alas más enterradas;
 bajo tierra en busca de fuego.

 Aun así,
 voló.

 Las farolas de la calle nunca se sintieron
de abrigo,
 hasta que el miedo y el frío tuvieron voz y voto.

 Bajo una constelación en su trance más arriesgado:

 Hermanas y hermanos,
de la noche bendecidos
y biendichos;

 nacidos por la pobreza
de quien nos ve miserables,
 bajo una capa estrellada os saludamos.

 Esta noche no hay menos que disforia;
si nos arrestan mil años, que sea por vivir en ruina;

              que sea bien muertos de euforia.