martes, 18 de abril de 2017

Soy un niño asustado

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 Érase una vez,
 un niño asustado.

 Un niño tan asustado que tenía
 miedo de asustarse tanto.

 Cuando le preguntaban qué,
él decía cuándo,
porque era simplemente un niño.

 Por las noches soñaba que era un adulto,
de traje y corbata,
 y que si tenía suerte,
podía ser otro animal cualquiera
porque de ser humano estaba harto.

 Andaba sobre lo andado
y comía sobre lo masticado.
 Tenía tantos nervios
que los nervios no tenían nada.

 Cuando se miraba al espejo se asustaba
más todavía.

 Al principio no entendía nada.
 Todo estaba tan correcto que le dio
por ser incorrecto allá donde iba.
 Asustaba a los demás.

 Por las noches volvía a soñar,
pero antes hablaba en voz baja;
gritando lo que tenía que callar,
rezando entre padres ateos
si mañana podría dejar de pensar.

 Llegó una época en la que odiaba estar asustado.
 Rompía dibujos que antes estuvieron en el frigorífico y
se sumergió en sus pensamientos
mientras cantaba la famosa canción del submarino amarillo.
 Se convenció de que tenía que hacerlo todo mal;
para que así
alguien viniese
a querer arreglarle.

 Pésimo.

 Años más tarde,
tras una doble visita al médico,
con el bien y el mal en cada hombro
y a expensas de una respuesta,
 el intento de asfixia con el estetoscopio
le acompañó de un ridículo consuelo,
que casi provenía de más allá del techo.

 Algo tenía que pasar.
 Era un niño macabro;
pero
"tú me haces parecer tan bueno"
-no paraba de repetirle al otoño.

                                        (Quizá esto no es una historia, y mucho menos un cuento).

 El tiempo continuaba porque debía continuar.
 Le negó a todos lo que ayer asentía
para años más tarde asentirlo todo.
 Sentirlo todo.

 "Mamá, hoy cumplo dieciséis.
¿Cuándo va a cumplir alguien conmigo?"
Y la vela se esfumó.
 Pero es cierto. Tenía razón.

 No hacía falta que nadie le arreglase.
Nunca había estado roto;
sino algo herido.

 Tenía un plan.

 Como esto no es un cuento, ni se le parece:

  Todos fueron felices y comieron perdices,
pero el niño, consolado por sí mismo,
 seguía asustado de que los demás a su alrededor
no lo reconocieran como asustado. O como niño.


Nunca más estaré asustado. Ese es el plan.




 Bueno, no es lo mejor que he escrito y sigue sin tener madera ni hierros de poesía. No sé, la poesía vale más. 
 Esta es la historia, que bueno, no es tan triste: todavía falta por escribirse. Dadle tiempo.

 Por cierto, sé que dije que aparecería por aquí más y tal, pero bueno, ya conocéis mi amor por comprar tabaco de forma figurada (literal no, que fumar está muy mal y sabe a calcetín de nomo).
             (Que en español se escriba 'nomo' es muy gracioso, así que lo escribiré mucho más. También es gracioso que en el link ponga 'nino'. Suena a sirena. Soy un 'ninoninonino').

 En fin, espero que mi poca chispa os sirva de regalo, porque adoraría estar diciendo cualquier basura que os haga reír, pero con tantas cosas pendientes y collares, pues como que se hace difícil.

 Nos vemos muy, muy, muy, próximamente (o eso espero).

 Hasta la próxima, niñes asustades.
 -Grigori (con bastante sueño).

 Twitter: @GrigoriEndless