sábado, 31 de diciembre de 2016

Como si fuera ayer

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 ¿Qué tal por aquí, personitas?
 Como veis, esta es la despedida del año; mas la bienvenida al próximo.

 Sí, este es el resumen del 31 que la ley de la sociedad manda escribir. Aun así, ya conocéis mis modos más que suficiente.

 Cuando pienso en cómo ha funcionado este año, lo imagino y revivo todo como si fuera ayer.

 Como si fuera ayer nos reunimos cinco. Cinco y nuestro compañero; diez.
 Diez en el escenario.

 Nos reunimos cinco con el mismo sueño y tal que lo repartimos; arrasamos con todo.

 En un año, canción, tres conciertos, estrés y muchos momentos inolvidables.

 Como si fuera ayer,

 También,
 como si fuera ayer,
 ocurrió.

 Ocurrió aquello que tanto me frustró que no ocurriese dos años atrás, y esta vez bajo la ayuda de conocidos, desconocidos y otro nivel de personas más. Fue espectacular.

 Pero ocurrió, y parece que no, pero así fue.

 Fue únicamente un paso hacia delante; pero qué paso.

 Como si fuera ayer.

 Por otra parte, como si fuera ayer,
 ocurrió algo de lo que... sí, claramente, me enorgullezco, y me alegro muchísimo por ello. Parecía imposible. Quizás, imposible al cuadrado.

 Pero por magia blanca, azul, morada o qué sé yo, sucedió.

 Aunque esta, sí será la última vez.

 Como si fuera ayer.

 Aunque, como si fuera ayer, hice un grandísimo colega. No solo un colega con cuerdas, sino uno que también se interesó por cuerdas, y que mola mucho. Es un muy buen amigo que, sin duda, sé que seguirá el próximo año.

 Como si fuera ayer.

 Claramente, como si fuera ayer, también recuerdo a esas personas que hicieron mi día desde hacía años, y que este no sería una excepción;

 a ti, porque, como si fuera ayer, me has cuidado y escuchado cada media hora al día, como igual he procurado hacer contigo.

 a ti, porque, como si fuera ayer, has sido el geek más geek de todos. Eres un pedazo de drama. No me olvides de la forma que yo no te olvido.

 a ti, porque, como si fuera ayer, has estado ahí. Quizá haya sido todo muy complicado entre tú y yo, pero con entendimiento y confianza... No temas a abrirte. Brillas.

 a vosotros, porque, como si fuera ayer, y como ya he dicho, habéis nombrado este año como "el año musical".

 a vosotras, porque, como si fuera ayer, aunque realidad; ahora mismo, estáis ahí. Siempre. Aunque a veces cueste que estemos ahí. Estamos. Y estaremos.

 a ti, porque, como si fuera ayer, te repito que dejes de fumar. Que estás guapísima cuando fumas, pero muchísimo más cuando no.

 a ti, porque, como si fuera ayer, recuerdo nuestra promesa: para siempre. Aunque los 'para siempre' no existan, y a ti y a mí a veces se nos va la cabeza. Eres increíble.

 a ti, porque, como si fuera ayer, te escribo. Musas solo hay una, y tú estarás, como si fuera ayer, hasta que muera. O hasta que pierda la memoria. Quién sabe qué ocurre antes. Gracias por quedarte; por ser arte. Sublime.

 a ti, porque, como si fuera ayer, has sabido salvarme. No hay quien me lea la mente más rápido como tú has sabido hacerlo. Eres el firmamento, sin firmas y algo más que estrellas. Me alegrará poder confirmarme el próximo 31 de diciembre que sí, has seguido aquí. Y lo siento, de antemano. Sí, no puedo parar de repetirlo. Eres la mejor. Calla. La mejor.

 y faltan muchos 'a ti', pero estas personas saben que hay algo fuerte en mí unido a ellas, como el hilo rojo del destino; pero como si fuera el hilo rojo del año. El próximo podría cambiar o tal vez no. Quién sabe, esto va a gusto de consumidor.


 Y por último, pero no menos importante;

 a ti, lector. Por permanecer bajo la tormenta o entre el desierto. Siempre habrá un regalo para ti todo lo rápido que pueda construirlo. Gracias por el amor y el apoyo; os lo intento devolver en letra, y espero que siga siendo así.



 Ahora sí.

 Tendría que escribir un 'a ti' para mí, pero eso es algo que reflexionaré antes de dormir, porque hay muchas cosas que discutir esta noche. Pero nada chungo.



 Solo me falta desearos el año nuevo. Tened mucho cuidadito esta noche y todas las que vengan. Tenéis que brillar, bailar y cantar para poder vernos en otra entrada así el próximo 31. Pasadlo genial, tanto esta noche como en los exámenes de enero. Podéis con ello. Suerte.

 Hasta la próxima, años nuevos.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

sábado, 24 de diciembre de 2016

El psicólogo, el paciente y él mismo

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 Alguien llama a la puerta.

 —Pasa, está abierta.

 La puerta lentamente se abre, aunque torpemente. Como si fuese de un material más fuerte del que realmente es.

 Al abrirse por completo, entra un joven rubio, de ojos color 'muy perdido', y un poco de azul, casi marino, casi oceánico. No era muy alto, pero el pelo revuelto le regalaba quizá un par de centímetros.

 El psicólogo y él se miran fijamente antes de que él, en la puerta, hiciera algún movimiento.

 Al ver que el comportamiento del joven podía llevar un tiempo hasta adecuarse a la extraña e incómoda situación, el psicólogo le invitó a sentarse, como quien invita a la primavera.

 —Siéntate aquí, delante mía. Como siempre.

 El joven por fin consigue sentarse en la silla, sin mucho afán de hablar, o incluso parpadear.

 El psicólogo suspiró ante todo esto que estaba ocurriéndose, y quitándose las gafas, aclarándose la frente empapada en sudor y rascándose la nariz, consiguió formular una pregunta.

 —¿Y ahora qué has hecho, Ethan?

 El joven se mira los pies debajo de la mesa, observando sus zapatos y moviendo vagamente los pies.

 —Escúchame, Ethan —mira el reloj de la pared a su izquierda—. Puedo quedarme aquí todo el tiempo que quieras hasta que dispares.

 Ethan miró a sus lados, como buscando a alguien que pudiera sacarlo del apuro. Y no, no encontró a nadie en aquella sala completamente blanquecina, con algunos cuadros y periódicos enmarcados.

 —Yo no he hecho nada. ¿Qué has hecho tú?

 El psicólogo estaba perplejo ante la respuesta, pero aun así, parecía que no había vivido muy lejos de esas respuestas con más preguntas.

 Le hizo una mirada que él entendió completamente.

 —Realmente no he hecho nada —el psicólogo señaló al reloj de la pared—. Vale, sí. Quizá lo he hecho todo. Qué sé yo.

 Otro silencio se hizo sentir.

 —Escucha, solo te lo voy a contar una vez: estoy harto. No quería hacer nada malo. Es decir, yo... Ya sabes que no puedo no mentir. Compréndeme —se rascó la barbilla mientras miraba fijamente a un bolígrafo de encima de la mesa—. Bueno, no, mejor no me comprendas. También estoy cansado de tener que explicar las cosas. Sí, he hecho lo que me ha dado la gana; he mentido en esto, he hecho trampas en lo otro, he roto el autoestima de esta otra persona y el corazón de la única que existiría. Y no me vengas con los cuentos de la empatía y la culpabilidad, que hoy no estoy para juegos.

 Volvió a mirar sus zapatos, y con un tono mucho menos elevado, alegó:

 Déjame estar en silencio 

 El psicólogo respiró profundamente, como si todas las acciones de Ethan penetrasen en él como un verano se clava en el pelo volviéndolo más claro.

 —El problema real no es que hayas hecho lo que has hecho —cogió el bolígrafo de la mesa y empezó a observarlo como si fuera la primera vez; como si no fuese su bolígrafo—. El problema es que, únicamente te das cuenta de lo que has hecho, cuando hablas conmigo.

 Ethan ni siquiera le estaba mirando, pero probablemente estaba analizando qué decir; cómo contraatacar.

 —Quizá, mi único problema eres tú —de repente se levantó del asiento, dispuesto a irse—. Si tú no estuvieses, podría hacer lo que hago, es decir; lo que me da la realísima gana.

 El psicólogo se levantó antes de que Ethan pudiera llegar hacia la puerta.

 —Ni de coña te vas a librar de mí. Me necesitas, ¿o acaso te estás olvidando de todas las veces que te he salvado la vida, impulsivo? —Ethan intentó irse ante eso, pero el psicólogo le agarró del brazo—. Te vas a quedar aquí, en esta sala, y no te vas a ir a ninguna parte. Vas a reflexionar sobre qué has hecho, y sobre qué harás.

 Ethan, entonces, soltó su brazo de las manos del psicólogo con fuerza, pero prácticamente se había calmado.

 —Hay trato, pero únicamente si te vas. Y bien lejos.

 Pensó que con eso ya tendría ganado al psicólogo. Pero este no es para nada imbécil.

 Aceptó el trato. Ethan se sentó en la silla, otra vez, y el psicólogo le dijo que volvería en dos horas; que estaría bien lejos. Como las intenciones del joven eran obvias, el psicólogo sacó su llave del bolsillo, para que este no escapase.

 Se cierra la puerta desde fuera.

 Dentro no hay nadie.




 Aquí os dejo este relatillo corto, que sí; no equilibra el tiempo de inactividad que he obligado a ocurrir y coexistir con la naturaleza de este blog. Voy a usar el "no he hecho nada malo" de Ethan, como quien quiere y a la vez no quiere la cosa.

 Prácticamente, mi inactividad latente volverá en cuanto comience el año nuevo, y con él, la vuelta a la rutina. Aun así, espero que, en lo que queda de mes, pueda escribir alguna entrada más (al menos la despedida del año, como siempre).

 Y no creáis que me he olvidado de quienes me leéis, porque ni de broma lo haría. Cada día entro aquí pensando cuánto tiempo más estaré sin poder brindaros, aunque sea, de una chorrada simple, que os entretenga un rato. Pero bueno, no hay más cháchara; no os vayáis, que todavía queda invierno e infierno por aquí.

 Hasta la próxima (y lucharé por la muy, muy próxima), psicólogos.

 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

 Marilenendless@gmail.com



sábado, 19 de noviembre de 2016

De aquí a Neptuno las veces que quieras

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 Fuimos Japón y su mala racha.
 Troya en la fiesta de la hoguera siendo irónica como ella misma.
 Tú la casa de ladrillos; yo el lobo con pulmonía.

 Tengo frío como Islandia pensando en Rusia.

 Si llaman a la puerta, no mires quién es.
 Ya sabes que a la traición hay que dejarla pasar,
 y que se sorprenda de cómo está la cocina.

 Es más de medianoche.
  Aprende ecuaciones y sorprende a mi sueño,
que hoy
 Diablo no comprende de risas entre habitaciones

 más vacías que amarillas.

 Sabes lo que hay que olvidar,
y olvidas cuánto sabes.
 No obstante; no llores.

 Hoy la lluvia es tibia y sueña que nuestros ojos
visten de gala.
 Como cuando influenciada por la luna te llamaste Musa.

 El día que no haya mesa para dos en este parque,
 ese día,
que tiemble Madagascar y paren los robos de bancos.
 Hoy te sientas tú en uno,
 y yo rezo por que no te levantes.

 Sentirse Azazel y caer como el cielo cayó
es cuestión de tiempo.

 Mientras vuelas en mis hombros,
entre nubes color moratón en el ojo,
sabes, y reiteras,
que si la luna es llena por qué siempre es media
la que parece iluminarnos por la noche.

 Y yo digo,
como siempre,
que mejor que nos vea media
a una entera.

 Diablo anda lejos,
pero camina cerca.

 Olvídate.

 Mientras Islandia piensa en Rusia
y suena una balada en el fondo del asunto,
 solo importa una cosa,
y da sentido a que nos hayamos regalado
el segundo corazón.

 De oportunidades va ésta.

 Y prometo. Simplemente prometo.

 De aquí a Neptuno las veces que quieras.


viernes, 23 de septiembre de 2016

Para cuando quieras saber cómo eras

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 Porque no, no sabes cómo eras. Ay, cómo eras.

 Soy quizá la persona más indicada de tu pasado para contarte cómo eras en él. Y como te has perdido entre recuerdos, pensamientos y dibujos, voy a refrescarte la memoria con un pequeño rocío de la mañana.
 Así te demostraré lo difícil que eres. Y lo que eras.

 Eras completamente un halo angelical; a la vez una tormenta de fuego. Eras el prototipo exacto de hija perfecta, sin ningún error en la base de datos, y previendo no querer cometer ninguno mientras sepas contar las estrellas como solías hacer. Aun así, amabas la guerra. Aunque solo aquella que estaba lo más cercano al amor que la Luna a tu balcón. Eras, en pocas palabras, una revolución en año nuevo; inesperada, in crescendo en silencio con los días que te soñabas Marte y te acostabas Venus.

 Por otra parte, eras totalmente un encargo tardío. Voluble como las nubes antes de llover. Demasiado voluble para tener una estabilidad que te salvara, pero a la vez resistente. Pedías lo que no tenías, y cuando lo tenías, lo guardabas para tener más, y más y más. Y al final, terminar con un "te mentía cuando decía que te amaba". Sálvese quien pueda.

 No podemos olvidar tampoco cómo te asimilabas con un chicle. Pegadiza. Como la típica cancioncilla de verano con tan poco sentido como nuestra suerte. Quien no te hubiera dedicado canciones de amor cada día, no hubiera aceptado esos impulsos de amor cada vez que nuestras miradas se encontraban.

 Y esa es otra, querida señorita impulsos. Arriesgabas la bandera blanca mejor que cualquier otra persona que haya conocido en mi vida. Como si no estuviera Diablo en la habitación de al lado deseando que me fuera al infierno como para que ahora tuviera que deseártelo a ti también.

 Me asombra lo poco que he mentido declarando tu fantástica aura casi transparente y tu fuego dinamita interno. Era exactamente tú.

 Y te enfadabas con facilidad, pero tenías el mismo rencor que un beso en verano; ninguno. Todas las personas del mundo te querían por esa gran capacidad tuya, de olvidar el daño por un 'lo siento'. Al menos, no eras tan inocente, y dabas por seguro quién no te volvería a dañar jamás. Acertabas.

 Creativa. Pero eso sigues siéndolo hasta en tus costillas. Bailándole a las ceras para que todos supieran que tenías magia. Lo sabíamos.

 Siempre estabas cantando. Cuando lo malo ocurría, sacabas una melodía que te hacía darle la vuelta al océano y reencontrar Atlántida de la forma más alucinante. Eras la nota que nadie más podía alcanzar, y no por alta, sino por complicada. Compleja como un mismo corazón. Deseábamos no tener cerebro después de tus pequeñas complejidades en cada palabra, abrazo o sonrisa, volviéndonos simples después de verte caminar.

 Eras un total quebradero de cabeza, un pequeño fruto al que le faltaban años luz para madurar, escudándose bajo el "es que soy muy infantil". Y que cuando escribieras una simple carta de amor, te faltara seguir los puntos. Pero tierna; tiernísima. Ibas a tu ritmo en cuanto a la pequeñísima e insignificante edad que teníamos cuando la literatura nos reunió. Eso me hacía feliz. Tú a tu ritmo. Y los demás a seguirlo.

 En resumen, has cambiado completamente. A bien, al menos -no lo olvides-. 

 Ahora es increíblemente difícil engañarte, aunque sea cariñosamente. 

 Mucho más dura que antes, casi de hierro, pero en tu interior solo un poco más que antes. Aún así eso también está cambiado. 

 Mucho menos voluble cada día, aunque con tus sobresaltos impulsivos que, claramente, son los que te dan vida. 

 No eres más revolución porque entonces harían falta armas para serlo.

 Un raciocinio espantosamente acertado, con la moral ética saliendo de la Vía Láctea, obligando a los demás a no entenderte, y que solo pocas personas lo hagamos.

 Un campo de tomates a punto de ser recogido. Y de fresas si quieres empezar la guerra ya.

 Una locura infinita. Aunque eso era justo como antes, pero ahora la sonrisa tiene más picardía.

 Una media luna.


 Para que no se te olvide cómo eras,

     Rubiales. O como quieras llamarme.



 

lunes, 15 de agosto de 2016

Primer año; no el último

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 ¿Qué tal, mis locuelos? Sí, he desaparecido bastante tiempo, pero no pasa nada, porque ya estoy aquí -y luego iré a comprar tabaco como siempre-. He vuelto porque este mes ha cumplido el blog su primer año (en realidad es el segundo pero nadie lo sabrá nunca jamás, no, tranqui, no digas nada). Fue el día dos de agosto, para aclarar las cosas, pero en esas fechas yo estaba en un pueblo peculiar, un pueblo del cual salió ESTA entrada, que todavía sigue siendo visitada. Ha sido un éxito rotundo.

 Quería contaros todas las cosas que han pasado en este año, que no son pocas. Como buena persona pendiente de mis lectores, he apuntado cada país que visitaba el blog, y los tengo contados. En total son 38 países, lo cual no está nada pero que nada mal. Entre ellos hay extraños países que me han llegado a asustar bastante y que deberían ser estudiados por grandes grupos de espionaje secretos. Aún así, estoy encantadísima.

 Además, debemos sumar el gran número de visitas que ya tiene el blog, que podéis verlo todxs y admirarlo. Miradlo fijamente. Eso es lo que habéis conseguido; 5400 visitas (si tuviese esa cantidad en dinero también sería genial, pero qué se le va a hacer).

 Pero lo que más importa a un blogger son los comentarios. Eso es lo que nos llena de satisfacción y nos da el pensamiento de que nuestro trabajo está bien realizado, y eso, chicxs, es genial. 

 También han contribuido en este blog muchos otros, personitas a las que les debo, como mínimo, un 'gracias': 
 ·Lone Star.

 El último blog es de un colega muy importante para mí, y además, acaba de lanzarse al mundo del blog, así que echadle un vistazo. Aunque bueno, me pidió ayuda ayer para hacer la plantilla del blog y se la he liado increíblemente, pero ahí queda la marca de que nos lo pasamos bien ayer.

 En esto que ha pasado de año me han pasado cosas extrañas de las que podría escribir (algún día tal vez), como que casi muero literalmente. Pero también ha sido un año de muchas luces; musical y literariamente, y con muchas aventuras (un poco extrañas, por cierto). Pero me encantaría saber también cómo ha sido este año para mis lectores, qué aventuras han vivido, con qué momentos del año se quedarían... 

 Otra cosa que iba a comentaros es que el blog tiene twitter, y está a vuestra derecha, pero creo que pocos os habréis dado cuenta. Es @Marilenendless. A ver si conseguimos darle vidilla. Ahí podéis hablarme tranquilamente, de tú a yo y de yo a tú.
 (Por cierto, esto suena acosador, pero los bloggers podemos saber qué busca la gente para encontrar nuestro blog, y alguien puso  "Marilen endless twitter". Así me gusta, personita).

 Hay anécdotas graciosas gracias a que he podido saber cómo encontráis este blog. Me he encontrado de todo. Cosas como "chistes de flequillos". O peor aún, "fotos de chistes de mira se te cayó un ojo". Ese nunca lo llegué a comprender, pero... Bueno, cambiemos de tema.

 También quería contaros que estoy llevando un plan adelante desde hace relativamente poco, y tiene que ver con los poemas que veis de vez en cuando en el blog. Estoy escribiendo un poemario -ya podéis huir, sí-, y supongo que el primer contacto que tendrá al público será desde aquí, es decir, seréis lxs primerxs en enteraros. 

 Y por último debo daros las gracias a todos vosotros, que si pudiera, os daría un beso en la frente a cada unx de vosotrxs por haber estado aquí, haciendo crecer este proyecto que empezó siendo una ayuda para escapar de la vagancia, y que además tenía un fondo de Pokémon muy cutre y cosas graciosas. Que hayáis invertido más tiempo leyendo este blog que yo escribiéndolo es algo muy intenso y personal entre vosotrxs y yo. Sois increíbles.

 Debo ir despidiéndome por ahora, esta entrada era únicamente para este año que ha cumplido el blog, que me alegra muchísimo. Nos veremos pronto en cualquier entrada con una temática totalmente aleatoria, como los fragmentos de llave del LoL.

 Nos leemos pronto (y espero leeros a vosotros en los comentarios, ¿eh?).

 Hasta la próxima, lectores.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

 Marilenendless@gmail.com.


 (Mensaje oculto: si leéis el título de la entrada en el link pone ano en vez de año. Es genial).

sábado, 9 de julio de 2016

El binomio fantástico que paró el tiempo

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 Alas – Tiempo.

Las Alas que paraban el Tiempo, y el corazón que me paraba Clara.

No sé de dónde salen tantos pájaros, Clara. No sé de dónde salen tantos pájaros, Clara, que todos saben volarte. Que te miran y se les cae el pico al suelo. Y luego aterriza el próximo y se lo recoge, pero al levantar la mirada también se le cae el suyo. Y desaparecen; los pájaros.
Qué haces, Clara

Estaba en una playa cuyo nombre no recuerdo. ¿Quién nombra las playas? Medio arena, medio mar, suficiente independencia como para que las olas dejen por escrito algún día cómo se llama el fondo de todo. Esta playa no es muy diferente a las demás.
Había muchos pájaros; gaviotas, golondrinas. Pájaros, simplemente.
Todos parecían ver cómo Clara tomaba el sol.

Realmente estábamos haciendo lo mismo aquellos pájaros y yo.

Pude sentir un poco de envidia, ya que ella los señalaba con su familia. No la podía escuchar, pero sabía que decía "Mamá, mira todos los pájaros que hay" leyéndole los labios. O algo así, o algo más. Quién sabe.

El tiempo parecía pararse cuando ella se quedaba mirándolos, y cuando ellos le devolvían la mirada con eficacia. Lo paraban, sinceramente. ¿Es que solamente se puede dominar el tiempo si se tiene alas? Pues qué injusto.

Me senté bajo la pasarela de madera que daba inicio a este ambiente. No había muchas personas. Esta zona es poco transitada, pero me aliviaba. Venía aquí porque sabía que ella acudiría, y también venía aquí porque sabía que acudiría la inspiración, y para escribir o para llorar, siempre viene bien.

Las sombrillas negaban al Sol la bienvenida, pero a cambio por la puerta cerrada a él, estaban repletas de colores llamativos que me gustaba cómo encajaban entre ellas mismas. Es de esas pequeñas cosas que dan sentido a Clara.

Ay, Clara. Claramente, seguía mirando los pájaros encima de su cabeza, leyéndoles la mente y aleteando entre sus palabras. Quisiera ser un pájaro y volarle los pensamientos. Y que así, al menos, me mirase.

Justo a mi lado había aterrizado una golondrina. Le pregunté qué hacía aquí. Ni se inmutó.

Al mirar hacia delante cambié de expresión, y por poco de cara. Clara estaba llamando a una gaviota para que se acercara un poco más a ella, mientras le sobornaba con un trozo de pan.

Volví a mirar a la golondrina que se situaba a mi lado, picando los recuerdos y rastros de alguien que había estado en el lugar donde me encontraba. Y sin pensarlo dos veces, agarré la golondrina y me la comí. Sí, me la comí.

Sentía demasiada envidia y tenía que consumirla de alguna forma, y esa forma fue consumiendo lentamente una golondrina dentro de mi estómago. No me arrepentía.

Seguí mirando a Clara, deseando poder comerme a todos los pájaros que cerca suya estaban, y también a los que alguna vez habían estado cerca suya. Y como si me leyese la mente, giró, mirándome incluso por detrás de las retinas a veinte metros de ella. Parecía que compartíamos hasta respiración en ese instante. Sin dudarlo, me levanté, y comencé a caminar como si ella me estuviese llamando; como si yo no tuviese miedo.

El tiempo se había parado.

Miraba las olas y todavía no habían formulado su nombre, pero tampoco tenían la opción de hacerlo. El hecho de tener alas daba el control del tiempo. Ya lo había comprobado. Las alas del tiempo. El tiempo de las alas, que había llegado.

Empecé a acelerar la velocidad, pero seguía siendo moderada.

Ella se incorporó. Se quedó en el sitio, mirándome fijamente.

Cuando ya estaba a cinco metros de ella comencé a frenar, sin apartar la mirada ni un segundo. Parecía que no necesitábamos parpadear siquiera. Su expresión había cambiado. Sus ojos parecían estar planeando complacerme. No supe qué hacer, pero ella y su facilidad de acción eran increíbles.
Me pidió un segundo con el dedo índice, y se giró entorno a su bolsa, buscando algo. Yo, extrañado, comencé a mirar a los lados de ella, intentando comprender qué intentaba encontrar.
Mientras, sus padres seguían congelados, mirando al frente. Su padre con los ojos entrecerrados, su madre observando a otra familia a la izquierda. Me extrañó que Clara no se hubiera asustado de toda la parafernalia que estaba ocurriendo.

Encontró lo que buscaba y agaché la mirada hacia sus manos.

Era un trozo de pan que había cogido de su propio almuerzo; un bocadillo.

Justo en ese momento, todo comenzó a moverse a nuestro alrededor: las olas habían comenzado a escribir nombre y apellidos de la playa, las sombrillas seguían cómplices y ajustadas entre ellas para dar una perfecta sensación mientras se mecían, el Sol nos estaba visitando a los que no estábamos bajo aquella puerta que lo negaba... El tiempo volvió a ser tiempo.

–Ven, no huyas. No pasa nada –dijo mientras se acercaba a mí. En cambio, yo retrocedí.

No entendía nada.

–Qué bonito es ese pájaro, Clara –añadió su madre mirándome fijamente mientras sacaba otro bocadillo de la bolsa.

No se me cayó el pico, pero juro que estaba a punto de desplomarse encima de mí el tiempo, las alas, el corazón y el pico del último al que se le cayó.

Entonces supe de dónde venían tantos pájaros y cómo estos aprendieron a volarte.

Mañana volveré a esta playa, y pararemos el tiempo. Qué impotencia sumarte tantos pájaros y que todos sean yo. Es normal que todos sepan volarte tan bien.

Qué haces, Clara.





 El binomio fantástico es un ejercicio que se utiliza para unir ideas totalmente distintas, logrando una percepción no antes vista. Para ello se utilizan dos palabras de dos distintos campos semánticos. En este caso, yo he usado Alas y Tiempo. No tienen ningún tipo de parecido. Pero han dado lugar a este relatillo que acabáis de leer, del cual ha sido bastante entretenido formar una historia con cohesión. 

 Os animo a que encontréis dos sustantivos o nombres que os lleven a dar a cabo una historietilla que ocupe unos minutillos del verano de algunos (parezco Flanders con tanto -illo/a).

 Y ahora, sin más demora, voy a disculparme por la -otra vez- falsa promesa que os hice de que estaría aquí en nada. Cosa que no he hecho. Pero bueno, estoy en un bloqueo artístico que ni 'hola' sé decir sin desplomarme del aburrimiento que doy. Sí. Y eso que suelo entreteneros y todo con la tontería.

 Pero bueno. Os voy a contar algo gracioso: un amigo y yo hicimos la promesa de que escribiríamos los dos una vez cada semana como reto. Él lo ha hecho. Yo, pues no, qué gracioso. Ahora mismo le debo unos cuantos helados. Os dejo aquí su blog, que el pobre se lo ha currado -infinitamente más que yo-.

 Y sonreidme un poco, venga. Que sí, que os echaba de menos y que si os viese os daba un beso en la frente a cada uno.

 Hasta la próxima, golondrinas. Os quiere:
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

Marilenendless@gmail.com

miércoles, 15 de junio de 2016

Un nuevo amanecer

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 Fue en la noche en la cual
el arte suspiraba entre
los bares y avenidas;
 la noche en que la luna estaba llena,
pero se sentía sola.

 Negabas tu música hacia mí,
y yo solo quería
hacerte arpa.

 Llegué con el corazón
en el dedo índice,
indicando campanas.

 Sabías que era yo.

 Y ellos sabían 
que sería yo
quien llamara esa noche.

 La red de sonrisas que habíamos tejido,
como por un cristal de cuadro roto,
se cortó.

 Para evitar la rápida tristeza,
no fuimos Romeo y Julieta,
sino tú;
un balcón suicida,
proponiéndome saltar.
 Y yo;
un felpudo viejo,
que no podía moverse.

 Y tú no saltaste,
y yo no me moví,
pero qué felices fuimos.



 Bueno, bueno, qué sorpresa, ¿eh? -Comienzo con un poema amistoso escrito en diez minutos para que me perdonéis esta huida en combate de tres meses-. Sí, pondré la misma excusa que siempre; he estado ocupada. Pero esta vez tan ocupada que he estado incluso en otro país. Pero no hay problemo que exista, que se avecinan unas tormentas bastante completas de poemas, entradas y cualquier cosa que pueda aparecerse.

 El título, como veis, es -para dar una motivación antes de volver a desaparecer- para que notéis que me voy a quedar. Al menos durante meses. Así que, no os preocupéis, que Marilen (y la tilde invisible en la e), todavía no se ha tildado, y se queda por más tiempo.

 Hasta la próxima, amaneceres.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

Marilenendless@gmail.com

sábado, 9 de abril de 2016

O eso me haces suponer

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22:43.

Supongo que ya no quedan velas aromáticas de chocolate.
Supongo que tu coche no está aparcado en nuestra puerta.
Y supongo que esta es mi casa,
y no nuestra.

22:44.

¿Por qué es tan difícil dejar de suponer cosas
 que ya han ocurrido?
¿Es que seguimos siendo niños y nunca dejamos de creer?
Supongo que sí.

22:45

Quizá esté perdiendo la noción de mi ser.
¿Qué hora es? Debería preguntarle a las nubes.
Se van cómo tú.
¿Será hora de irme yo también?
Supongo que sí.

22:46.

Cada vez voy más a contrarreloj.
Y cuando lo intento, más rápido va la aguja.
Esta es la carrera sin premio de la que nos llevan hablando tantos años,
de la que creías que no merecía la pena correr.
El riesgo.
Supongo que sí.

22:47

Tengo miedo.
Tengo miedo a los coches blancos,
a los miércoles,
a los días en los que solo se habla español,
a los mensajes que llegan de uno en uno.
A las caricias.
¿Al amor?
Supongo que sí.

18:48.

Qué tarde es.
Y solo han pasado cinco minutos.
Cinco minutos en los que he vuelto a recordarte.
Qué tarde debe ser para ti.
Para que no vuelvas
y me dejes con estos miedos encima.
Y deberás suponerlo.
Porque estarías loca de no hacerlo.
Y bastante cuerda estabas cuando te fuiste.
O eso me haces suponer.




 Esta entrada -o poema- figuraba en borradores, y sinceramente, me daba pena dejarla ahí sin usarla.

 Así que, aquí la tenéis.

 Además, este poema -o así he decidido bautizarle-, está aquí gracias a quien me ha brindado el día con más poesía. Gracias por regalar poesía a quien pierde los nervios por escribirla.

 Nos veremos próximamente por aquí, porque volveré pronto. Prometido.

 Hasta la próxima, versos.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

Marilenendless@gmail.com

sábado, 19 de marzo de 2016

Autocrítica

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 Nací con 21 años de experiencia, con el pelo tan rubio que parecía desaparecer y con el nombre de Autocrítica.

 Cuando nací, con mis 21 años de experiencia, todos pensaron que tendría los ojos azules de mi padre. Lo que no sabían era que en la cabeza solo tenía pájaros, y que mis ojos reflejaban sus aleteos de libertad; mi corazón sus picotazos hambrientos de amor.

 Antes de hablar, dejé a todos sabido que nunca callaría gracias a un mal comportamiento. Más tarde se asombraron al ver que mis palabras pasaron de ser mentiras, a ser poesía. Y que mis palabras ocurrentes contra el universo aun en expansión no me hicieron una maleducada; sino una poeta de la mala lengua. Todavía sigo cuidando mi comportamiento, pero nunca mis ocurrencias.

 El día que comencé a caminar ya tenía asegurado que algún día caería, pero nunca pensé que fuese tan pronto y en una habitación que, desde aquel día, parece haberse reconstruido. Ahora la llamo castillo, fuerte, o lugar seguro para lágrimas inseguras.

 La primera vez que observé, sé que no fue a mi madre, ni a mi padre ni a mi hermana. La primera vez que observé fue en el jardín de infancia, cuando Cupido era solo otro niño más en la clase. Desde entonces sé que el amor a primera vista no es un mito. Desde entonces no miro a las personas; las observo. Así dicen que mis ojos llevan magia. Y así digo que sé cómo viste la magia.

 Cuando empecé a leer gracias a un libro que había pasado por mi hermana mayor y ahora por mí, supe que no querría dejar de leer libros, carteles, prospectos médicos o la mente de otros. Ahora quiero que todos me lean incluso la mente. Pero nunca el corazón.

 El primer amigo que hice me acompañó en mis aventuras por mundos que hasta yo desconocí cómo existían en mi cabeza. A él no le importó, e hizo de mi locura un buen lugar al que escapar. Hace tres años que no tengo contacto con él, aunque le vea a diario. Sigues estando tan loco como te dejé.

 Cuando abandoné la música, todavía dudaba en las tablas de multiplicar. Tras cuatro años de luchas, conciertos y batallas internas en cada examen de canto, me tomé un lapso de un mes. Para luego darme cuenta de que la música era mi deseo como futuro.

 Le saqué de quicio a la pre-adolescencia. Quise hacer amigos, y no hice más que el tonto. Aun así, una persona brilló más que las demás, y me llevó a caminar donde la música se hizo nuestro súbdito. Tuve la mayor suerte del universo en poder llamarla mejor amiga. Aunque ahora me llame solo para ensayar.

 Antes de enamorarme por primera vez, ya sabía que iba a doler; por esto de que todo es temporal y por atrevernos en amores tan imposibles como el nuestro. Incluso una nube podría ser más sólida que el camino que tomábamos. Que tomaba mi primera relación.

 Aquella vez que lo perdí todo sentí que la soledad estorbaba. Y siempre había sido de mis compañías favoritas, pero aquellos días... aquellos días preferiría cualquier compañía antes que la vacía compañía de la soledad.

 Las únicas veces que me dijeron la verdad salieron de la boca de la persona más hermosa de ella misma y del corazón de quien más me había abandonado. Qué verdad tan inquietante. Incluso las piedras comenzaron a estremecerse, y lloraron. Como si no fuesen piedras.

 La próxima vez que tuve contacto humano, fue con quien me acompaña en cada batalla hoy día. A quien llamo lírica. Y quien me llama liricista.

 Y ahora me encuentro reduciendo mis años de experiencia en pocas palabras, como si esto fuese una biografía. Y no es más que una autocrítica. Por las veces que me equivoqué, que fueron todas las veces que intenté algo.

 Por tener la prisa de un trueno en caer, y la lentitud de un tocadiscos en sonar.
 Por tener la libertad en la mirada y la exclavitud en los ojos.
 Por tomar, en la hora del té, tazas de café frío.
 Por aprender a llorar en silencio para que, al recuperarme, mis lágrimas se personalizaran en gritos. Y solo me escuchaba yo.
 Por tener la impaciencia que tienen los amantes en las noches de reconciliación donde solo hay placer.
 Por creer en todos por igual; en las mentiras de los mentirosos y en las mentiras de los que pensé que nunca mentirían.
 Por intentar robarle las alas a los pájaros para dárselas a quien me hacía volar.
 Por aprender de la caída libre y nunca dejar de caer.

 Por esto me llamaron Autocrítica al nacer. Aunque todavía desconozco su significado.

 No quiero ser una autocrítica;
no quiero criticar autobuses,
o entrar yo misma en estado crítico.





 Vaya... esto es más incómodo que las excusas que pone Spotify cuando no tiene la letra de una canción. Bueno, ¿qué le vamos a hacer? Me he ausentado durante más tiempo del que me hubiese gustado, la verdad. Pero no ocurre nada, ya estoy aquí, queridos. No, no lloréis más. Hala, hala, ya está.

 Intentaré morder el tiempo, como me dijo aquella poetisa a la que hace tiempo que no veo, pero que sí he oído hablar de ella últimamente. Así volveré rápidamente y os daré el calor de una madre gaviota a sus pequeños en el nido.

 Hasta la próxima, autocríticos.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

Marilenendless@gmail.com

(No lo digáis a nadie, pero os echaba de menos).

lunes, 15 de febrero de 2016

San Cuentín | Cupido y la ondina

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 ¿Qué se cuece por aquí, mis pobres abandonados? Os he abandonado solo un poquito. Espero que no os haya importado mucho. Pero aquí estoy, un día como este, en el último momento, como se suelen hacer las grandes ideas. La verdad es que tenía ganas de escribir un cuentillo de los míos, tal como la historia de Urano y Neptuno, que sé que os gustó. Y como hoy es un día clave de calendario, pues os lo traigo pelado y mondado.

 Es un cuento sobre San Valentín (hay quiénes les llaman San Solterín o incluso San Calentín. Éste último me hace mucha gracia), pero no una historia cualquiera.



 Nos remontamos entre el amor de Venus y Marte. Dos grandes dioses. Venus; diosa del amor, la belleza y la fertilidad, y Marte; dios de la guerra. Aunque fuesen, de una forma u otra, polos opuestos, surgió un amor. Quizá no del todo pleno o romántico, pero sí dio lugar a Cupido.

 Le llamaron Cupido, cuyo significado fue 'Deseo'.

 Cupido no fue un niño deseado, formando esta antítesis. Júpiter temía su poder en el universo con el paso del tiempo, así que pretendía acabar con él; fulminarle antes de que pudiese ocurrir una catástrofe. Aun así, el Destino permitió que Cupido pudiese vivir.

 Él, en el bosque en el que creció, se fabricó un arco de madera de fresno, y unas flechas de ciprés. Ya dominaba este arte cuando, Venus, su madre, le proporcionó un arco y flechas diferentes a las suyas. Éstas flechas no eran comunes, pues dos de estas eran de oro, y las otras dos de plata. Venus le contó que, las flechas de punta de oro concedían el amor, mientras que las flechas de punta de plata, concederían el olvido.

 Así pues, Cupido emprendió su viaje. Sin saber qué rumbo seguiría ni qué peligros podía encontrarse, pero heredó de Marte esa astucia y poder ante las batallas que le hacía ir más seguro.

 Un día, en el bosque, encontró una charca. Allí pudo observar ninfas danzando alrededor de ésta, la cual estaba rodeada de muchas rosas blancas, las cuales iban a juego con los vestidos y cabellos de las ninfas. Cupido, inocente pero precavido, decidió quedarse al margen de ellas, escondido detrás de unos arbustos.

 Al cabo de unos segundos, pudo observar cómo emergía de la charca una mujer. Esta mujer causó gran extrañeza en Cupido, pues tenía la piel de un azulado claro, aunque se podían notar rasgos del más puro color carne. Cupido la observó fijamente mientras se posaba en el filo de la charca y las ninfas comenzaban a danzar de una forma más agresiva.

 Durante un mes visitó esta charca todas las medianoches, pues pudo comprobar que, a estas horas, la charca estaba protegida únicamente por dos de éstas ninfas, como si éstas se turnaran cada semana para cuidar que, la semi-humana, u ondina (ser mitológico al que Cupido la relacionó) no escapara de la charca.

 Al siguiente día decidió ir por la mañana. Había visitado la charca por la tarde y por la noche, pero nunca a tales horas, así que pensó que podría descubrir algún dato más sobre semejante muchacha.
 Ya había amanecido cuando Cupido llegó.
 Entonces, algo le sorprendió completamente. Encontró allí a la Madre Naturaleza, conversando con la desconocida. Parecía hablarle en un tono adecuado y agradable, pero entonces, de uno de sus bolsillos encontrados en su capa, sacó un puñado de polvos mágicos, los cuales hicieron que la charca se volviera de un flamante color morado. La ondina salió de la charca. Su piel era más azul que nunca.

 Ante esta presencia, Cupido huyó. Estaba confuso a la vez que prendado de aquella mujer. No podía aguantar un segundo más el verla así. No lo comprendía.
 Este fue el último día del mes.

 La próxima semana y seis días después de este suceso, los utilizó para idear un plan. Decidió utilizar el arco y las flechas que le fueron proporcionadas por su madre, Venus.

 En la noche, cumpliendo dos semanas entonces, fue a la charca. Observó a las dos ninfas que hacían la guardia de aquella noche y, con mucho cuidado de no estropear la ocasión, lanzó sus flechas de puntas doradas contra las ninfas.

 Éstas cayeron abatidas, como si de un somnífero se tratase. Cupido seguía esperando detrás de la charca, pues sabía que algo tendría que ocurrir. Las ninfas despertaron y quedaron prendadas entre ellas. Al cabo de unos minutos, desaparecieron entre la inmensidad del bosque.

 Cupido entró entonces en acción, llegando hacia la charca. Se asomó para encontrar a quien buscaba, pero no ocurrió nada. Mientras seguía llamándola de una manera no tan sonora para no ser descubierto por Madre Naturaleza, observó las rosas blancas.
 Decidió meter la mano dentro de la charca.
 Al hacer aquello, la ondina estrechó su mano, y emergió. Se miraron firmemente a los ojos.

 La mujer tuvo entonces fuerzas suficientes para salir de la charca. En cuanto sus pies hubiesen pisado la hierba, pasó a ser humana; mortal, como si la charca estuviese maldita.
 Cupido, como de insensato no tenía ni un pelo, durante estos último días había traído hacia la charca una gran roca. Esta roca serviría para tirarla en la charca y engañar a las ninfas para que creyesen que la ondina se encontraba en el fondo de ésta.
 Después de preparar la huida, huyeron Cupido y la ondina. Su piel era muy clara, y su pelo pasó de ser un rubio platino a un moreno azabache. Fueron a la ciudad cuando ya salió el sol, donde la mujer pudo encontrarse con su familia y decirles que se encontraba bien. Además, también pasó con Cupido el día en un valle lleno de flores.

 Entonces, llegó la noche. La mujer contó a Cupido que estaba maldita, pues, un día que fue al bosque, encontró a las ninfas que allí habitaban, y Madre Naturaleza la maldijo con estar presa en aquel lugar. Cupido, como hijo de dioses, le explicó que no podría huir de este castigo, pues podría ser incluso peor si Madre Naturaleza descubriese esto. O peor todavía si Júpiter viese aquello.

 La ondina y Cupido volvieron a la charca antes de la medianoche. Allí encontraron otra vez a las dos ninfas de la noche anterior, las cuales seguían enamoradas, como si nada pudiera romper ese amor. Cupido, desde el escondite en el que se escondían antes de poder mover ficha, disparó las flechas de punta plateada a las dos ninfas, las cuales volvieron a caer desmayadas. Esta vez, no despertarían hasta la mañana, pues el olvido es mucho más largo que el amor.

 Los enamorados llegaron a la charca, y antes de que la ondina desapareciera en la profundidad de la charca, Cupido la agarró del brazo, acercándola a sí y besándola.

 Ante esta demostración de amor, el bosque comenzó a tambalearse, las nubes tornaron moradas y el cielo gris. De repente, Madre Naturaleza fue invocada como si del cielo hubiese aparecido. Su capa negra se mecía con la tormenta que comenzaba a arreciar.

 ¿Quién osa incumplir mis órdenes? Dijo Madre Naturaleza.

 Cupido no supo qué responder ante esta situación, pero podía temerse lo peor.

 ¿Es que creéis que puedo aceptar amor para esta maldita? ¡Jamás! Y ahora, el amor tampoco existirá para ti, maldito. Señaló hacia Cupido con un dedo. Cupido y la ondina solo supieron abrazarse y pronunciarse unas tibias palabras de amor que Madre Naturaleza no llegó a oír por su furia. Si quieres amor, deberás derramar gotas de tu sangre ante esta mortal, y nunca podrás hacerlo, pues tienes prohibido acercarte aunque sea a rozar el agua de la charca. Concluso Madre Naturaleza con una risa malévola.

 Después de este suceso, Cupido solo pudo ver el sol claro de la mañana. Había olvidado cómo había llegado ahí o qué había ocurrido después de la maldición de Madre Naturaleza sobre él.

 Cupido se puso en pie y comenzó a caminar en busca de la charca, pero algo se interpuso a él. Se encontraba atrapado por una cúpula invisible. Ya sabía de quién se trataba. Júpiter.

 Entonces, Cupido fue maldito, además de por Madre Naturaleza, por Júpiter, pero esta vez estaba maldito a ser solo libre el 14 de Febrero, la cual fue la noche que Cupido sacó a la ondina de la charca. Ese día, podría salir de allí, pero según la maldición de Madre Naturaleza, tendría que derramar su sangre para demostrar amor a la ondina.
 Cupido, testarudo, volvió a idear un plan para el próximo 14 de Febrero del año siguiente, y fue derramar un poco de su sangre en una rosa blanca, la cual fuese enviada por Hermes -dios mensajero- a su amada; la ondina de la charca.

 Desde entonces, se manda una rosa roja al enamorado; para demostrar que, ante cualquier dificultad, el amor estará siempre presente. El amor y la pasión.

 ¿Crees que algún día Cupido y la ondina
  podrán volver a verse? 
 Es el amor prohibido que protege
 a todos los amores prohibidos.




 ¿Os ha gustado el cuento? Sé que llego tarde para San Valentín, pero esto es San Cuentín, y no tiene reglas.
 Si te ha gustado esta historia, puedes mandársela a la persona en la cual has estado pensado mientras la leías. Como si no os leyese la mente a cada uno de vosotros, ¿eh?

 Espero que os haya gustado tanto como yo me he exprimido las neuronas para hacer que tuviese coherencia, y también espero volver antes, que he estado verdaderamente ocupada y no me gusta dejaros solos tanto tiempo.

 Hasta la próxima, Cupidos.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

 Marilenendless@gmail.com

lunes, 18 de enero de 2016

Musa

2 comentarios
 Qué valentía tengo al aparecer después de tanto tiempo, ¿verdad? Ya pensaba que iban a venir lectores a tirar piedras inintencionadamente afiladas a mi ventana, pero no. Peroné. Así que, antes de que pongáis en práctica esta flamante idea que deseo desde aquí que no lleguen a manos descuidadas, traigo una nueva entrada. Sí. Una opinión que me saltó así a las puntas del flequillo y la cual me hizo sentir que era idónea para la primera entrada de año.

 Musas.
 ¿Qué es una musa?
 Desde los principios del arte -por poner un claro ejemplo-, nuestros pequeños y amados artistas han sido tirantes y dependientes de una identidad a la cual han dedicado cada uno de sus propósitos artísticos. Y no estaban locos. Algunos sí. Pero no todos.
 Desde los principios de esta característica ya conocida, fuera de la propia experiencia, todos los espectadores han deducido que una musa es igual a una persona amada.

 Y aquí, señores, comienza la faena.

 "¿Qué es una musa, Marilen?", estaréis preguntando algunos. 
 Y yo os responderé con lo más complejo para concluir con lo más simple.

 Tiene una forma realmente abstracta. A veces círculos, a veces cuadrados, a veces rombos. A veces una tal suma mezcla imposible de comprenderse lo más mínimo. 
 Esta forma tiene un olor, pero no un olor específico. Huele a colores. Azul, verde, rojo, amarillo... Cian, ámbar, ceniza, mostaza... 
 Nuestra, por ahora masa sin forma y sin olor específico, se mueve. ¡Está vivo! Vaga de acá para allá, dejando en su rastro un camino de mismísimas flores de todos los tamaños y de diferentes brillos. Ellos también vivos.

 Supongo que no te extrañaría que esta musa hablase, cantase o riese. Y eso solamente te hace más feliz.

 Conocer quién será tu musa no es fácil.

 Primero se cuelan sus ojos por los tuyos. (Su mirada ha podido leer cada esquina de ti, incluso detrás de tus orejas). Luego separa lentamente la comisura de sus labios, y te vas adentrando dentro de su boca. Te pierdes en el mar del gusto; donde te encuentras la mar de a gusto. Dudas de si acabas de entrar en un planeta deshabitado, orbitando en el Nunca Jamás, o si acabas de encontrar la Atlantis perdida.

 Comienzas a sentir confusión.

 Cada vez que mueve una parte de su cuerpo, aunque sea simplemente su brazo hacia el octavo de los cielos para despedirse, es increíblemente sublime. Sublime. No hay otra palabra que describa mejor cada rasgo de una musa. 

 Entonces comienzas a perderte. Entonces quieres fusionar su arte con la simpleza de un pincel. Quieres -deseas-, que esa belleza tan interior sea tu arma definitiva, la que acabe con todos los males que te atragantan, que hacen que sepas que no aguantas más; que estás a punto de llegar a tus topes más lejanos.

 Y sueltas lo que llevas. Deslizas tus pensamientos como semicorcheas por un pentagrama de doce por ocho. Sientes que no puedes parar hasta plasmar qué sientes, qué opinas, qué obstruye tu paso, y hasta que no lo consigues no estás satisfecho. Dibujas trazos sin ningún tipo de conexión, porque no conectan con tu arte; conectan con tu musa, con su arte. Te centras en cómo se riza su pelo en invierno y en cómo caen frágiles gotas de sudor desde el inicio de sus cabellos en pleno verano. Piensas en cómo chocan sus pestañas, que incluso pueden llegar a emitir un tintineo, que te llama a salir corriendo a por tu musa o para huir y ponerte a salvo de sus encantos. Adoras cómo camina, cómo se distrae, cómo respira. Adoras incluso cómo escucha sonidos que nadie más puede escuchar en plena naturaleza. Adoras, no odias, adoras antes que cualquier otra acción en este vasto universo.

 Mueres. 

 Después de segundos admirando tu pieza, sabes que ya no hay más y que a la vez quedan millones de trazos. Porque eso es lo que te hace sentir tu musa.

 Te das cuenta de que no estás amando. De que no estás siquiera queriendo. Te das cuenta de que estás admirando. Y ya te has perdido.

 Entonces se va. Las musas no son para siempre, querido ingenuo. 

 Ya no cantas para ella, ni escribes para ella, ni dibujas para ella. Ni para ella, ni para nadie.
 Cayó tu mayor fuente de ayuda; de arte. Te crees Troya. Y eso que ni siquiera has sido atacado.

 Ahora que has perdido tu mayor predisposición a sentir, ¿qué sientes? Una musa es una musa. No tienes que temer a nada. Sigues respirando, riendo, soñando... pero te falta algo.

 Eso.
 Eso que estás sintiendo.
 Oh, querido.
 Eso que estás sintiendo es el espacio que ocuparía tu musa.

 Para los artistas; vida.
 Para los mortales; amor.

 Y es por eso que cada uno de los poetas tuvo una musa, cada uno de los músicos tuvo una musa, cada uno de los dibujantes tuvo una musa, y muchísimos más.

 Una musa es eso a lo que llamas o llamarás amor de tu vida, hablándote en cristiano (si tal vez prefieres, en ateo).

 Pero claro, los artistas son todos unos melodramáticos y usamos la palabra "musa".

 Cuando la encuentres lo sabrás.



 Y ya no hay más. Esto ha sido mi opinión/desahogo personal que abre este nuevo año repleto de aventurillas y entradas. ¿Qué es para vosotros una musa? Podéis mostrarme vuestra visión o idea. Sería un placer.
 Y no os dejaré más tiempo solos, que sé que os ha dolido en lo más profundo de vuestra alma lectora. La siguiente vez; más y mejor.

 (Esta entrada me recuerda a mi grupo favorito: Muse. Un grupo recomendable hasta los topes).

 Hasta la próxima, musas.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

Marilenendless@gmail.com